El día que decidí educar a mi hijo con respeto

¿Es posible educar a nuestros hijos sin necesidad de recurrir a los gritos, los castigos y los chantajes?
¿puedo convertir la tarea de educar en algo más relajado, más comunicativo y más respetuoso?
Si tú también te has planteado esta cuestión alguna vez, bienvenid@! estamos un poquito más cerca de conseguirlo, ya que como dicen: problema observado es problema medio resuelto.

Un buen día decidí que no podía seguir tratando a mi hijo de esa manera.
Fue hace pocos meses, cuando empecé a darme cuenta que le estaba forzando mucho a hacer las cosas cómo y cuando yo quería; en el momento de bañarle, a la hora de cenar, al llevarle caminando al cole... siempre lo hacía de manera exigente y apresurada.

Si era la hora del baño y seguía jugando sin obedecerme, se lo repetía una y mil veces y al final le gritaba para que entrara en la bañera... y sin rechistar! es decir, silenciando cualquier sentimiento o necesidad que el niño pudiera tener en ese momento.
Igual a la hora de caminar al cole por las mañanas. Le forzaba y le exigía que fuera rapidito porque se nos hacía tarde, llegando incluso a agarrarle fuerte del brazo para acelerar la marcha, sin tener en cuenta su fragilidad.
En estas situaciones me empeñaba en que tenía que obedecerme a la primera sin tener en cuenta su propio ritmo, sino el mío, "había que hacerlo porque tocaba". Descargaba mi ira contra él y echaba fuera toda mi frustración por no ser escuchada ni tenida en cuenta (ecos del pasado?)

Un día me planté, me escuché y decidí que no podía forzar las situaciones porque no conducían a nada bueno, más que a estar enfadada con él y él conmigo.
Me cuestioné si sería posible educarle de otra manera más positiva para los dos, desde el respeto y el cuidado por el otro.
Y sí, es posible.

Lo primero que me surgió fue la empatía, ponerme en su lugar, mirar desde su perspectiva de niño. Los niños son niños y actúan como tal; se distraen con un juguete, con el vuelo de una mariposa, con un bichito... cualquier cosa es buena para jugar y desplegar su espontaneidad.
Me ayudó entender que educar es acompañarle en su proceso de aprendizaje, llevarle de la mano, servirle como guía en su camino, aceptando su propio ritmo y sin alterar la armonía.
Esto me llevó a ocupar otro lugar, un espacio en el que la relación entre los dos fluye de otra manera, más pausada, más comprensiva y sobre todo con mucho amor.

Verme reflejada en su situación me hizo reconectar con mi infancia, darme cuenta que yo también habría preferido seguir jugando a entrar en el bañera. Esto me mostró mi vulnerabilidad, mi humanidad, mis miserias, me hizo ponerme frente a mi propio sentimiento de culpabilidad por exigirle, por no darle lo mejor de mí. Y observando más el problema tomé conciencia de mi necesidad de liberarme de la carga de la exigencia, del poder adulto, de la manipulación, queriendo establecer una relación más equilibrada.
Ese día decidí educarle con respeto y algo empezó a cambiar en mí, y por supuesto mi hijo lo notó.

¿Los hijos nos sirven de espejo frente a nuestra propia infancia? Sí.
¿Es posible que un niño pueda crecer sin la obligación de obedecer, sin que se manipule su voluntad, y pueda desarrollarse en espontaneidad?
¿Por qué como adultos recurrimos al poder y a la fuerza para hacer que nuestros hijos nos obedezcan?
¿Hasta qué punto somos conscientes del gran daño emocional que les hacemos mostrándoles este tipo de comportamiento?
Imponerse de manera abusiva emocionalmente va dejando en el niño un poso, un dolor emocional que luego es difícil de curar. Tendría que ser el propio niño el que, ya de adulto, revise su infancia para sanar sus heridas. Por tanto, evitemos hacerles cualquier mal, hagamos todo lo que esté en nuestra mano.

 Revisar nuestra infancia y cuestionar nuestro propio comportamiento como padre/madre es el primer paso para mejorar la relación con nuestros hijos.

El día que decidí dar a mi hijo todo el respeto que se merece, le dije: "cielo, mamá no te va a volver a meter prisa. Mejor primero lo hablamos y lo acordamos entre los dos".
Y así está siendo. Es un compromiso conmigo misma y hacia él, y por supuesto lo pienso mantener siempre.

Desde entonces estamos funcionando muy bien ;)


Imágenes: Elena Shumilova

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tus comentarios nutren y mejoran este espacio.
¡Gracias por compartir!

Lo que das, te lo das. Lo que no das, te lo quitas (A. Jodorowsky)