Los niños "obedecen" a quienes comunican con respeto

Pórtate bien! estate quieto! sé bueno! ven aquí!...
¿Cuántas veces nos hemos enfadado con nuestro hijo porque no nos obedece? Yo, muchiiiísimas.
En realidad, los niños no tienen que obedecernos.
- ¿Cóooomo? qué has dicho?
Sí sí, repito, los niños no tienen que obedecernos.
"Obedecer" implica marcar una distancia entre el niño y yo, ponerle por debajo y yo por encima, establecer una jerarquía, hacer uso del poder adulto. No son pequeños soldaditos con obediencia ciega hacia nosotros, no tenemos que mostrarnos superiores, nuestra casa no es un cuartel... además, seguro que habeis observado que cuanto más les mandamos, menos caso nos hacen. ¡Bien por ellos!
A la vista está que los niños se relacionan mejor con quien se acerca a ellos con amor, empatía, comprensión... es decir, con quien comunica con respeto, no desde el "ordeno y mando".

La clave está en modificar nuestra manera de relacionarnos con ellos y hacerlo desde el respeto.

En mi opinión, hacerles obedecer es una limitación a su libertad. Por tanto, en lugar de atormentar a nuestro hijo con comportamientos dirigidos ¿por qué no invitarle a que sea él mismo? permitirle que haga las cosas porque las quiera hacer, que parta de una motivación intrínseca (propia del niño), que nazca de él, que lo haga con espontaneidad y autenticidad, que se exprese en libertad... ahí está el verdadero respeto a su persona. No digo que no haya que poner límites, sí, hay que ponerlos, pero éstos deben ser los justos y necesarios para su seguridad y bienestar.

Debemos permitirle su individualidad, que explore, experimente, pruebe, dejándole confundirse y volverlo a intentar, que vaya viendo lo que está bien y lo que está mal, lo que realmente importa y lo que no, que sea dueño de sus actos. Si le damos espacio para que tome pequeñas decisiones y a decidir sobre su propia vida, va a ir conociendo sus emociones, conectándose cada vez más consigo mismo y con su libertad.

Por tanto, si les damos ejemplo desde ese respeto, van a ir integrándolo poco a poco y se relacionarán mejor consigo mismo y con los demás, se sentirán comprendidos, atendidos en sus necesidades y satisfechos.

Y recordemos que nuestro hogar no es un cuartel sino un espacio de amor, comprensión y respeto donde nuestros hijos se preparan para la vida.


Imagen: Elena Shumilova