Los niños son un espejo frente a nuestra propia infancia

Lo maravilloso de la infancia es que cualquier cosa en ella es una maravilla -
Gilbert Keith Chesterton

A veces, sin quererlo, nos encontramos con personas-espejo con las que obtenemos enseñanzas esenciales aunque nuestro contacto sea mínimo. Puede ser que aprendamos más de quien menos esperamos y se convierta un legítimo maestro en el camino. O que otro alguien, sabio también, nos haga salir de las tinieblas para tener una mirada más comprensiva y empática hacia nuestra propia vida y la de los demás.

Me estoy refiriendo a los niñ@s.


Hace un tiempo leí una historia que me gustó por la sencillez y la ternura con la que está escrita, y hoy aquí quiero compartirla. Era un episodio narrado por un educador y trabajador social, formado en el Master para trabajadores sociales, completamente a favor de la infancia y luchador por los derechos de los niños, de los que aprende cada día.

En ese artículo narra cómo obtuvo un aprendizaje vital al contacto con un niño pequeño (Marc) en uno de sus programas formativos:

En uno de los momentos más bajos que puedo recordar en mi mismo, en mi particular proceso, es cuando Marc y yo nos encontramos. Él en su proceso emocional y yo en el mío. Y ambos, en un momento, el período de adaptación, en el que creo, pueden darse eso a lo que llamo sincronicidades emocionales. De alguna manera, Marc resonó con mi propio niño interior. Su dolor y su sensación de soledad encontraron un espejo en el que reflejarse: mi niño interior. Es como si, inconscientemente, de una manera instintiva, sin planificación, sin intervención de la voluntad, desde un no-hacer, Marc hubiera encontrado a un igual con quien compartir proceso: mi niño interior.

Este hecho le llevó a mirar en su interior y a iniciar desde la consciencia un proceso de silencio para repararse.

Y sigue: a través de esa sincronicidad resonante, me estaba indicando, que hasta que yo no mirara a mi propio niño interior y empezara mi particular proceso de sanación no podría acompañarlo a él. Así que, sin más, decido apuntar la mirada hacia adentro, y contactar con esa parte que Marc me estaba indicando que yo estaba descuidando.

Leyendo tan bello relato que os invito a leer aquí, me lleva a la reflexión de que ciertamente los niños nos hacen resonar con nuestra propia infancia, y nos lleva a darnos cuenta de que nuestros hijos (los niños en general) son un espejo frente a nuestra propia infancia, que nos están enseñando de nosotros constantemente. Ese espejo no hace más que reflejarnos a nosotros mismos en nuestra infancia con nuestros padres.

Recuerdas cuando dices: "esto que yo sufrí de mi padre o de mi madre, no lo haré jamás con mis hijos…" y de repente, te sorprendes a ti mismo haciéndolo con ellos casi de forma automática. Y es que, sí, existe relación entre la crianza de nuestros hijos con nuestra propia infancia.

Por ejemplo: si cuando uno es bebé se llena y se sacia de su madre, de mayor de sentirá pleno para afrontar su etapa de independencia. Si ocurre que no puede satisfacer su etapa de dependencia, crecerá con carencias emocionales que arrastrará el resto de su vida... si no le pone conciencia al convertirse en padre o madre.

Por tanto, permitámonos espacios de silencio para escucharnos y aprovechemos la posibilidad que nos ofrecen nuestros hijos de mirar hacia dentro para sanar esas heridas que, en mayor o menor medida, todos tenemos.